+SN.- Un buen líder no sólo es aquel que tiene una visión clara del proyecto que capitanea y  sabe inspirar a su equipo. Para serlo es necesaria una cualidad poco común: saber mandar. En multitud de organigramas empresariales aparece entre el líder y su equipo un cargo intermedio que se encarga de tareas fácticas, como  distribuir  funciones y asegurar que cada quien cumpla su cometido. A ellos se les conoce como ‘sub-cargo‘ o ‘adjunto’.

Saber mandar requiere habilidades sociales que logren equilibrio entre los egos y sensibilidades de los componentes del equipo, a la vez que mantener la firmeza de las órdenes emitidas. Hay que hacer gala de una gran ‘inteligencia emocional’,  término popularizado por el psicólogo Daniel Goleman a mediados de los 90. ‘Saber mandar’ es una cualidad en gran medida innata y perfeccionable, pero ‘ mandar bien’ es un arte que requiere habilidad, técnica y talento..

Es un principio indiscutible que para saber mandar bien, es preciso saber obedecer” decía Aristóteles (aunque algunos atribuyen la frase a Solón), y de siempre se ha dicho que “pasa saber mandar, hay que saber hacer las cosas”, principal excusa para que en los másteres de hostelería se hicieran prácticas en hoteles realizando durante meses todo tipo de funciones, desde hacer camas a pelar gambas en la cocina. Dar órdenes eficientemente no está relacionado con la ostentación del poder, sino con un buen conocimiento del equipo y una conexión con la realidad que evite perseguir utopías y establecer los límites de las órdenes.

Antoine de Saint-Exupéry hizo que aquel rey solitario de un diminuto planeta lo expresara a la perfección en su obra El Principito’: “-Si yo le diera a un general la orden de volar de flor en flor como una mariposa, o de escribir una tragedia, o de transformarse en ave marina y el general no ejecutase la orden recibida ¿de quién sería la culpa, mía o de él?

-La culpa sería de usted -le dijo el principito con firmeza.

-Exactamente. Sólo hay que pedir a cada uno, lo que cada uno puede dar-continuó el rey. La autoridad se apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, el pueblo hará la revolución. Yo tengo derecho a exigir obediencia, porque mis órdenes son razonables.”

A continuación está 5 claves que  ayudan a saber dar órdenes:

1. Todo pasa por una buena comunicación. Es necesario ser lo más claro posible en las directrices o instrucciones de las tareas a acometer y los resultados que se esperan. Sobre todo, establecer un feedback de manera que los subordinados puedan presentar propuestas e ideas para mejorar los resultados, y se sientan escuchados y valorados.

2. Reforzar la confianza del equipo y saber delegar. Cuando las funciones encomendadas dan margen a la autogestión se consigue que cada uno dé lo mejor de si mismo para alcanzar los objetivos. Estar encima de cada detalle y tener miedo a delegar por temor a llevar a cabo las tareas con éxito, genera un clima de alienación y desconfianza dentro del equipo, lo que propicia el cumplimiento estricto a las órdenes y no haya involucramiento con los resultados.

3. Ser ecuánime y evitar favoritismos. Cuando se hacen diferencias arbitrarias entre los miembros del equipo, se tiende a poner en cuestión las ordenes que se den, sean o no justificadas. Es esencial conocer a cada miembro más allá del marco  laboral. No se trata de convertirse en su ‘mejor amigo’, sino en interesarte en las circunstancias personales de cada quien, para que las órdenes no choquen, en lo posible, con sus necesidades y estado de ánimo.

4. Tener autoridad no es lo mismo que inspirar terror. Tonos calmados al hablar, frases positivas, hacer patente que importa lo que dicen o hacen, dar siempre las gracias, pedir por favor que se hagan las cosas… El esencial mantener el respeto en todo momento y no confundir al subordinado con familiaridades, que puedan desdibujar la percepción de su posición dentro de la organización, o de la relación a mantener con el superior.

5. Reforzar la orden por escrito. Aunque haya reunión con el empleado y se le explique el encargo, se recomienda transmitir las instrucciones por escrito, con memoranda o mensajes electrónicos, para dejar constancia del pedido en caso de incumplimiento de la orden, y servir de recordatorio de lo esperado.

De forma más concreta, a la hora de dar una orden, se sugiere para  minimizar riesgos:

1. Planificar. Valorar no sólo que la orden sea clara y no se pueda malinterpretar, sino darla a la persona adecuada.

2. Pensar el cómo, por qué y cuándo a la hora de estructurar la orden, para facilitar la concisión y claridad de la misma.

3. Verificar su comprensión. Preguntar si todo quedó claro y explicar nuevamente si es necesario. Perder unos minutos en repetir puede suponer la diferencia entre una buena y una mala ejecución de la orden.

4. Establecer el plazo de ejecución, Comunícar, y no atosigar al subordinado hasta que el deadline se haya cumplido.

5. Evaluar el resultado de la orden, Tanto si ha dado los frutos deseados como si no, tratar de identificar las razones del  éxito o el fracaso y empezar por la autocrítica.